Las partidas de ajedrez con mi perro.
Tengo un perro normal, a fin de cuentas, soy un tipo normal. Algo raro, pero normal.
Al pobre le toco la cruz de tener que parecerse a mí.
Hay quien tiene la suerte de tener un dueño ordenado, o alguien meticuloso, e incluso deportista. Este no.
Pero bueno, el desaliño, los cortos paseos, la inactividad, y el silencio también tienen su aquel.
Tiene tiempo para pensar, no sé en qué, pero al menos tiene tiempo para hacerlo y eso es algo que no todo el mundo puede afirmar.
Las más de las veces porque no saben que existe eso de “pensar”. Si, su vida se limita a un continuo ajetreo, una interminable espiral de sucesos encadenados que apenar permiten tomar aliento entre carreras. Es como una partida de ajedrez pero con reloj.
Luca y yo jugamos al ajedrez mirando el reloj pero nunca se nos ocurriría ponerlo en marcha. Es más, resulta gratificante mirarlo parado mientras el segundero del reloj del salón continúa su carrera a ninguna parte, segundo a segundo.