lunes, 1 de septiembre de 2008

CITA A CIEGAS (2)

Lo prometido es deuda, y si bien, solo las pago cuando me interesa, en esta ocasión haré una escepción. O tal vez, me interese. Aquí va otro relato de otra cita a ciegas.

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La hora era la correcta.
El lugar el acordado. El juego, peligroso. El resultado imprevisible a la vez que excitante.

El llamarlo cita a ciegas no deja de ser un eufemismo. De hecho no se va a tratar de una cita, no nos vamos a ver. No será cita pues, pero los dos estamos citados. Solo que únicamente seré visible yo. Ciertamente una locura.

Qué idea, qué “morbo”, qué tensión y en medio de toda la expectación, yo. Centro de todas las miradas. Pero, ¿Las miradas de quién? De él. ¿Aparecerá? ¿Terminara por hacerse visible tal y como yo espero? ¿O no? Querrá llevar el juego al extremo. Al limite de perder, tal vez, la única oportunidad que le dé, de conocerme.

¿Y yo? Tengo la sensación de solo ser un señuelo. Solo una imagen con la que dar cuerpo a sus fantasías. Y todo eso, ¿a cambio de qué?

Un subidón de adrenalina. ¿Qué barato me vendo? ¿O no? La verdad es que algo como esto no ocurre todos los días. Nadie que yo conozca tiene una oportunidad como esta en las manos, es más, tengo amigas que pagarían por sentir algo parecido a esto una vez en su vida.


Bueno, allá vamos, llevo el vestido acordado, llevo hasta la ropa interior acordada, no se para qué, pero la llevo. Me planto en la sección indicada de la Librería y espero.

Espero. ¡Ja! Yo esperar, será desesperar, le concedí 30 minutos no más. Sólo 30 minutos y eso intentare. Pero, ¿cómo saber si esta, cómo saber que no estoy sola en esta locura?

Me adentre en la sección y alcance uno de los libros. Lo ojee y deje en su lugar. Una mirada de reojo y nada, nada de nada. Tome otro al azar, me fije en él titulo “Sensaciones”. Significativo, si, muy significativo. Fue en ese momento.

Note una punzada extrema, me puso la carne de gallina y casi pude oír como se me cerraba el estomago. Sentí que la sangre tornaba su color al azul más intenso casi sin cesar de ser bombeada por mi corazón a una velocidad increíble.

Estaba allí, y me estaba mirando, no podía verlo, pero podía notar como repasaba mi vestido blanco pactado para la ocasión. Seguro que podía verme hasta la ropa interior. ¡Demonios! Me subió el calor repentinamente, un cambio brusco de temperatura. Estaba viéndome hasta el alma.

No levante la vista del libro, pero no pase de repetir en mi cabeza él titulo “Sensaciones” una y otra vez.

No sé el tiempo que paso, segundos como minutos, minutos como horas. Me vinieron a la cabeza recuerdos de todos los colores y sabores. Mi primer novio, mi primer beso. Nuestra primera conversación en Internet. La gente que conocía. La fragilidad de todas estas relaciones. La fragilidad de mi misma, mi vulnerabilidad cubierta de falsa dureza.

De repente la presión aflojo. Me temblaron las piernas y creo que si hubiera oído un ¿hola que tal? Supongo que me hubiera desplomado.

No oí nada, tome aire, no me importaba cuanto tiempo había estado allí, sí media hora u hora y media. Tuve la necesidad de salir corriendo y así lo hice. Corrí, corrí hasta mi coche, subí en el, cerré los seguros de las puertas, los seguros de mi mente y huí. Huí de allí como quien ha visto un fantasma del pasado a quien no tuviera nada que decir.

Llegue a casa y me metí en la bañera. Apenas probé bocado y dormí, agotada, como cuando era una niña.

A la mañana siguiente tome una de las decisiones más importantes de mi vida.
Jamás volvería a quedar en otra Librería.

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