miércoles, 16 de marzo de 2011

17 DE MARZO DE MIL NOVECIENTOS Y ALGO, ACABADO EN OCHO

DÍA DE SAN PATRICIO


Poca gente sabe que el día del Santo que sea, es este el encargado de recoger a los que fallecen en este mundo para acompañarlos al siguiente.

Digamos que es como una guardia a la que los santos se apuntan cuando se les otorga el grado de Santos.

Nunca es agradable, pero en ocasiones se producen casos y cosas que cuanto menos resultan sorprendentes hasta para un Santo como Patricio.

Hacía diez años que había recogido a Miguel. Juntos pasaron un par de días. Lo normal, hasta que finaliza el sepelio. Por si no lo sabéis, si no es con un Santo de la mano es difícil moverse por esos andurriales al principio.

Patricio se sorprendió con Miguel.” ¡Joder tío! ¡Lo tuyo bien vale un par de pintas!” Exclamó Patricio cuando vio la comitiva que, a hombros, llevó el féretro con el cuerpo de Miguel desde su casa hasta la Parroquia. “Hacía mucho tiempo que no veía nada como esto. Tú ¿quién eras?”

Miguel no le respondió. Miguel no era nadie y lo era todo. Miguel era un hombre normal, consumido por sus circunstancias, y a las que había hecho frente como mejor había podido hasta que la parca señaló su día. Dejaba mujer e hijo y no terminaba de adivinar por donde correría su suerte.

“Vamos muchacho. No te me pongas triste. Esto es un no parar y solo estas empezando. Mira, tienes el recuerdo asegurado y eso hay que celebrarlo. He recogido muchos antes que a ti y recogeré a muchos después, y ya quisieran, ya.”

Pasados unos días, cuando Patricio comprendió que Miguel ya podría apañarse solo lo dejó a su suerte para ocuparse de las cosas que se ocupan los Santos, entre pinta y pinta.

Hoy Miguel se había presentado en la taberna a primera hora. Se había sentado en un rincón oscuro, no quería llamar la atención. Esperaba a Patricio.

El Santo no se hizo esperar. Entró directo a la barra y pidió su pinta rápida. Entraba de guardia y no había tiempo que perder. El camarero le hizo un gesto y Patricio tomo su pinta y se dirigió a la mesa donde aguardaba Miguel.

¿Cómo estas muchacho? ¿Cuánto hace? Lo menos diez años.

Si. Diez años justos.

¿A qué has venido?

Hoy he de acompañarte.

¿Alguien que conoces?

Si. Necesito saber,…

¡Calla! Lo que deba de ser, será. Eso es lo que tienes que saber. Eso y que hiciste lo que estaba en tu mano. Pero esta bien. Acompáñame, ella está a punto de llegar. La recibiremos como se merece. Seguro que se alegra de volver a verte. Y yo, de volver a veros juntos.





EN RECUERDO DE PILAR Y MIGUEL.

LLEGANDO SAN PATRICIO, SIEMPRE SE ME ENCOJE EL CORAZÓN.

No hay comentarios: